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jueves, 25 de abril de 2024 00:11h.

El relato vívido de un periodista que nos comparte su visión de los hechos

Los primeros instantes del fuerte sismo 7.1 que sacudió a Ciudad de México

A 32 años exactos de cumplirse un nuevo aniversario del megaterremoto que sacudió el centro de México en 1985, un nuevo sismo con epicentro a 12 km de Axiochapán, en Morelos, afectó a la capital del país y otras ciudades

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El presidente de México, Enrique Peña Nieto, tuvo que cancelar su vuelo a Oaxaca para dirigirse inmediatamente a la zona afectada.

Despertar con el registro en la agenda del mega simulacro a las 11 de la mañana, organizado con motivo del aniversario de los sismos que sacudieron a la Ciudad de México hace 32 años. Recuerdos lejanos de aquel 19 de septiembre del '85, con el evento que paralizó al gobierno, pero que levantó las conciencias y la solidaridad de gente que, desprendiéndose de su comodidad, dispuso sus manos para brindar ayuda sincera y desinteresada a su prójimo.

Ya en la oficina, y justo a las 11 am, sonó en el sistema de altavoces de la ciudad, la alarma sísmica que ya es hasta cotidiana en la megalópolis, las mayoría de las veces, seguida por algún movimiento telúrico menor a los 4 grados Richter, y en algunas otras, mayor que este registro. En esta ocasión se realiza el simulacro con las precauciones ya memorizadas, salir caminando sin correr, sin empujar, bajar escaleras tomando los pasamanos, no usar elevadores. En fin, de manera rutinaria y sin contratiempos, la gente sale de sus casas, oficinas, edificios públicos y locales comerciales y se aposta en las calles; al parecer, el mega simulacro se realiza sin novedad.

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El movimiento telúrico comenzó a las 13:00 hora local.

 

Nuevamente en la oficina, retomando la actividad, con un movimiento repentino que parece el provocado por un camión de grandes dimensiones pasando por la calle. Sin embargo, el movimiento continúa y se incrementa segundo a segundo, nuevamente hay que salir a la calle, pero esta vez no por un simulacro, sino porque el sismo está muy fuerte y no se puede caminar aprisa y sin detenerse.

Quien habla, toma de la mano a una mujer de aproximadamente 60 años, y con ella se dirigen a la calle. La mujer en medio de los nervios por la intensidad del sismo en su máximo nivel, sólo acierta a decir: “Ya Dios lo había dicho, ya lo había dicho”, palabras que suenan siniestras y que quienes las oyen, prefieren hacer como que no escucharon nada.

En ese momento los estudiantes de la Universidad del Valle de México en la Colonia San Rafael, en pleno centro de la Ciudad, están en la calle y gritan al ver cómo unas vigas del estacionamiento se vienen abajo, dejando una nube de polvo y nervios en todos los presentes.

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Cerca de 4 millones de usuarios se encuentran sin suministro eléctrico y aún continúan las labores de búsqueda de más personas heridas que puedan haber quedado atrapadas entre los escombros.

 

En la acera de enfrente, el edificio de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del  Estado, también sufre daños: cristales rotos, trozos de la fachada de cantera en el suelo y la gente afuera. Las personas con sus teléfonos celulares en mano, desesperados preguntando: “¿Cómo estás?” “¿Cómo están los niños?” “¿Cómo está mamá?” “¿Cómo están todos?”…. Si hace 32 años la radio se llevó el mérito como el medio más eficiente y oportuno para dar a conocer la información, en este momento parece que el WhatsApp no tiene comparación, pues al fallar las líneas celulares, este medio cubre en gran medida la necesidad inmediata de información.

Y entonces sí se escuchan las primeras informaciones en las estaciones de radio: “Un sismo de 7.1 grados con epicentro en Puebla sacude la Ciudad de México”, seguido por derrumbes de varios edificios, interrupción del servicio en los principales medios de transporte. Primeros reportes de decesos, caos vial, ríos de gente caminando por las principales avenidas.

La Avenida Insurgentes, que atraviesa la Ciudad de norte a sur con sus casi 29 kilómetros de longitud, se observa cargada de autos que apenas avanzan a vuelta de rueda. Y la gente, por cientos y millares que salió de sus trabajos buscando llegar a casa, camina con la esperanza de poder abordar una de las camionetas o autos que muchos conductores dispusieron para transportar a los miles de caminantes.

En las camionetas, la gente va conversando de sus experiencias:... “en Coyoacán un hospital sacó a todos los pacientes al jardín, todos los enfermos y doctores fuera, por temor a que se derrumbe el hospital”. Otro: “yo vengo desde la Del Valle, como 10 kilómetros y me trajo un chavo en su moto hasta la Condesa y de allí en esta camioneta”. Y otro más enseñando su grabación del derrumbe de un edificio cercano a la Glorieta de Insurgentes.

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En Ciudad de México, al menos unas 30 edificaciones colapsaron a consecuencia del fuerte movimiento. Por otra parte, las actividades escolares fueron suspendidas.

 

Una mujer de la camioneta, que se dispone a bajar, ofrece sus alimentos, emparedado, frutas y agua a sus compañeros de viaje. En fin, esta experiencia que apenas empieza, por todas las repercusiones que genera el sismo y que al momento de registrar estas palabras, ya se cuentan numerosos edificios colapsados y cerca de 140 personas muertas, además de muchos edificios dañados, sigue mostrando que en la adversidad y en el dolor y el miedo, los mexicanos nuevamente se han vuelto a unir en un solo sentir: ayudar a quien lo necesite y mostrar que la principal grandeza de México no son sus imponentes palacios, su riqueza histórica ni por supuesto, sus frágiles instituciones, sino su gente, su pueblo, sus mexicanos y mexicanas, que todavía creen que se puede soñar con un México mejor, sin corrupción y donde todos nos tendamos la mano en señal de solidaridad. DCC