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jueves, 28 de marzo de 2024 00:10h.
Opiniones

Julio Escámez: El muralista perseguido

La artista plástica Ester Fierro Pedreros, conjuntamente con el pintor Iván Contreras, me han comunicado esta mañana el fallecimiento del artista nacional, dibujante, poeta y muralista, docente universitario, Julio Escámez, aciago hecho ocurrido  el 23 de diciembre 2015  en la ciudad de San José, en Costa Rica.  Escámez vivía y trabajaba como docente universitario en ese país centroamericano, desde su escape desde Chile a causa de la persecución que sufrió  en ese tiempo por parte de los militares, a raíz del Golpe de Estado  de 1973. Hoy lamentamos su partida, más dolorosa aún  cuando teníamos en mente grabar una entrevista en  la casa en que vivía en San José.  Con su muerte, Chile y la Humanidad han perdido a un gran artista, a un gran hombre, provisto de una bondad sin límites y de un talento, capacidad e inspiración artísticas valoradas mundialmente, más no  en Chile, su patria natal, con la magnitud que este artista se merece, donde sus logros y sus obras son prácticamente desconocidas


 

medardo urbina burgos

Por Medardo Urbina Burgos

Julio Escámez fue profesor de la Escuela de Arte de la Universidad de Concepción hasta el Golpe de Estado ocurrido en Chile en septiembre de 1973. En ese tiempo, él acababa de terminar un hermoso mural en la Municipalidad  de Chillán, titulado "Principio y Fin", que le significó dos años de tesonero y febril trabajo (1971-1972). Al producirse el Golpe de Estado de ese funesto año, los militares ordenaron destruir esa hermosa obra de arte.

La destrucción del mural

Tal fue la expresión de barbarie, incultura y prepotencia  de los militares,  que no conformes con cortar vidas humanas, dispararon ráfagas de metralleta contra el mural, destruyéndolo casi en su totalidad, en un intento obsesivo y ruin de eliminar todo vestigio de la ideología y la obra del Gobierno anterior del Dr. Salvador Allende Gossens.  Pero no fue sólo eso, se dice que - como aún quedaban imágenes de la obra entre los destrozos de la muralla -  el Jefe de Plaza de la época habría ordenado pintar nuevamente todo el muro, pero con una pintura  vulgar y común: alquitrán, con el abyecto propósito de ocultar definitivamente toda expresión - por mínima que ésta fuera - de la obra de Escámez. Al cabo de algunos meses, los militares se dieron cuenta que parte de la pintura se había resquebrajado y fragmentos  laminares se estaban desprendiendo, paulatinamente, por efecto de la humedad y los cambios de temperatura estacionales, fenómeno que estaba dejando a la vista algunas secciones de la pintura original del hermoso fresco. Como una medida radical, los militares dieron la orden de derribar – a golpes de picota y combo -  toda la pared que soportaba la ya estropeada obra de Escámez.

De esta manera se eliminó definitivamente todo vestigio de una hermosa obra elaborada con extrema acuciosidad con el objetivo de hacerla permanecer ad aeternum, y en la que el artista había empleado un año  tan sólo en preparar el sustento esencial de la pared de concreto, la cual,  antes de aplicar la pintura definitiva, se tapizó de mármol y sobre su superficie, se utilizaron fijadores, lacas, resinas sintéticas y adhesivos para otorgar el adecuado sustento a la obra. Un fresco maravilloso que muy pocas personas lograron ver, pero del cual se han conservado algunas fotografías en color, del fotógrafo chillanejo Domingo Sierra, correspondientes al día de la inauguración del mural el 24 de junio de 1972.

Amigo de Pablo Neruda

La razón última de esta perentoria orden destructiva, fue que Julio Escámez a través de sus murales, siempre expresaba  las realidades de la gente humilde, sus dramas, sus conflictos, las injusticias a la que era sometida y los abusos por parte del empresariado. En resumen, la explotación a la que los trabajadores, obreros y campesinos sistemáticamente habían sido supeditados a lo largo de nuestra historia.  Pero más importante aún  - como motivo de pecado -  era la gran amistad que Escámez cultivó con Pablo Neruda; detalle no menor, si se considera que las casas de Pablo Neruda fueron terriblemente saqueadas y destruidas por los militares inmediatamente después del Golpe de Estado, sin traslucir respeto alguno por la figura de nuestro Premio Nobel de Literatura ( los militares nunca han demostrado la más mínima muestra de vergüenza por el vandalismo destructivo con el que allanaron y arrasaron  las propiedades y colecciones de Neruda, ni menos han expresado alguna forma de arrepentimiento ¡Menos aún alguna disculpa!).

Lo ocultaron en el subterráneo

Cuando Julio Escámez supo que los militares lo estaban  persiguiendo, abandonó Chillán  y ayudado por otros artistas y amigos, viajó a Concepción donde logró ocultarse en el subterráneo de la casa de otro gran artista penquista que - a costa de un gran riesgo para él y su familia, en la eventualidad de haber sido sorprendidos - le otorgó el cobijo, abrigo, comprensión y el sustento durante dos meses. Se establecieron los vínculos salvadores con  la embajada de un país centroamericano en Santiago, con la valiosa  ayuda de Amnesty International, y se preparó cuidadosamente el escape desde su escondite. El pintor y muralista fue maquillado por los amigos del grupo de teatro penquista y se le disfrazó  de  hombre pudiente. Se le enseñó a caminar como un gran señor y se le vistió con un atuendo acorde. En las suelas de los zapatos se incrustaron algunas piedrecillas para obligarlo a caminar con demasiada delicadeza, y se le indicó que debería pasearse en las inmediaciones de la Estación de Ferrocarriles, lugar que los militares custodiaban, mientras esperaba la llegada del tren para no despertar sospechas.  Así, premunido de un pasaporte falso, burló las exhaustivas y sucesivas revisiones que los militares efectuaban a los pasajeros del tren mientras  viajaba, ardides que le permitieron llegar sano y salvo a un lugar periférico de la capital previamente acordado.

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Cinco golpes a la puerta y un “santo y seña”

 Un taxi lo llevó a la dirección correcta (había que llegar a un cierto domicilio en Santiago y dar un número de golpes a la puerta, además de responder el santo y seña previamente acordado). Allí fue acogido con la emoción y la amabilidad que el artista merecía, después del largo tiempo que había permanecido en su escondite. Personas anónimas pertenecientes a diversas organizaciones, especialmente Amnesty International  - que en ese fatídico tiempo de la Dictadura, trabajaban en la clandestinidad -  prepararon la totalidad de papeles y documentos del artista, requeridos para lograr su asilo político en aquella embajada extranjera ubicada en Santiago de Chile.

Al poco tiempo, se tomaron las medidas pertinentes y se elaboró la documentación que  permitió  que Escámez se trasladara sano y salvo a Costa Rica, país centroamericano que le dio acogida, trabajo, asilo y un ambiente laboral, académico y humano propicio, que le permitió desarrollar el talento natural  que siempre traía consigo y, al mismo tiempo,  realizarse plenamente como profesional y como persona, condiciones que nunca volvió a tener ni en su propia patria (Chile).

La Universidad Nacional de Costa Rica

Costa Rica, su gobierno y sus universidades, reconocieron el valor y el talento de nuestro compatriota, motivo por el que, en solemne acto, Julio Escámez, el pintor, el grabador, el muralista, el artista, el 15 de noviembre de 2015, fue  investido con el reconocimiento más alto al que puede aspirar un académico universitario: el grado de DOCTOR HONORIS CAUSA, por parte de la Universidad Nacional de ese país, reconocimiento que no le otorgó  ninguna universidad chilena, ni siquiera  la Universidad de Concepción, alta Casa de Estudios donde Escámez  laboró como docente universitario por muchos años. Este acto solemne se llevó a cabo en la UNA ( Universidad Nacional de Costa Rica) y en él participó toda la comunidad académica de esa institución académica, además de familiares y amigos del artista. Dieron sendas lecturas a sus respectivos discursos: el Sr. Rector de la Universidad Nacional de Costa Rica, Dr Alberto Salom Echeverría y el Decano de la Facultad de Arquitectura de la UNA, Dr. Manuel Morales Pérez.

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La indiferencia de la Universidad de Concepción.

Círculos cercanos al pintor, informaron que al menos en dos ocasiones se hizo llegar al actual Rector de la Universidad de Concepción, toda la cuantiosa documentación que fundamenta la solicitud o sugerencia de reconocer el aporte de Escámez, en su propio suelo, en su propio país, en la ciudad en que vivió por tantos años, en la universidad en la que fue docente y a la que tuvo la intención de donar parte de su extensa obra pictórica. Tan significativo aporte, habría enriquecido espectacularmente, la ya sobresaliente colección de Pintura Chilena que posee la Casa del Arte, gracias a la valiosa iniciativa del desaparecido Tole Peralta. Pero - por desgracia - hasta la fecha actual, no ha existido respuesta alguna de parte de la máxima autoridad académica. La lección de honestidad y reconocimiento, de valoración y agradecimiento por el aporte de este artista nacional, docente universitario, dibujante y muralista de renombre mundial, tuvo que venir de una universidad y de un país extranjeros, para llamarnos la atención, especialmente a las autoridades de nuestra querida Universidad de Concepción, en la que nos formamos y en la que aprendimos a vivir, velar y proteger la consigna por el desarrollo libre del espíritu. En esta ocasión, parece que nuestras autoridades no fueron capaces de advertir oportunamente, la imperativa obligación moral de reconocer a uno de sus más ilustres hijos nacidos en esta región, Provincia de Arauco, en la humilde localidad de Antihuala.

Ahora, que el Maestro Julio Escámez ha fallecido, podemos concluir que cualquier reacción, en este sentido, de parte de nuestra Universidad de Concepción, lamentablemente, será demasiado tardía.

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